MUÑECA VOLVÉ A TU PAQUETE

...
¿Te querés pelear?:
tengo una hipótesis: le estamos dando cuerda
a los paquetitos
como si fueran entes
que nos alojan, robots
cerebritos.
Es más fácil
protegerse: hacerle
zoom a los estados anímicos.
Sin embargo a mí también se me prenden.
Ahora tengo ganas de inventar
passwords, truquitos,
saltear estos niveles, ganar
el jueguito.
Voy a hundirme en cuadros mentales, permiso.
Te dejo charlando
con unos amigos, los malabaristas, los muñequitos.
Le doy cuerda al molino y fabrico
tripas de pensamiento, los circuitos.
¡Estoy llorando
haciendo maniobras con las cuerdas vocales
ejercitando
los trapecistas de mi alfabeto!
Por ahora cierro los conductos verbales
parece que estoy lleno de caracoles
monstruosos.
Pienso que si me esfuerzo en pensarlo voy a saber cómo llamarte.
Trago saliva como en una fábrica
automotriz alguien le echa clavos
a un balde.
No vas a volver, ya sé.
Tractores, muñecas.
Ensayo destrezas para darle
animación al personaje con que te llamaría,
como si fueras el público más importante
de un circo ya programado.
Es mentira eso de que sé que no vas a volver.
Se me ocurren cosas como publicidades que un empresario
no estuviera de acuerdo en sacar a la vía pública.
No sé si soy muy ser humano, el zoom
se me descontrola, pero ella
¡ella tampoco es muy realista! ¡Tropas
Lógicas,
a mí!: Cajitas
de cerebro, Pasteles
de sufrimiento, Molinos
de lágrimas, Muñequitos.
La orden es que la traigan de nuevo
yo espero con el
paquete, y la metemos ¡cajitas,
cajitas!.
Te sujeto con incertidumbres, malabares
de culpa
que son los mecanismos ocultos de este modelo avanzado
de tu paquete.
Si te llamo aprieto el teléfono
como un pianista que se llenara de pánico escénico.
Me cuesta hablarte, siento
que pateo una hoja,
que tu garganta debe estar fabricando clavos
de tus angustias, pastelitos.
El momento en que estoy por hablarte es como un programa
que no pudiera procesar archivos, datos guardados, palabritas.
Yo lo que pasa que es como que me desestabilizo ¿se entiende?
Si no se entiende te explico otra cosa por ejemplo
que antes era más lindo teníamos una vida distinta yo apretaba
el control remoto y vos aparecías moviéndote sobre las rueditas
¿a dónde fue a parar todo eso? En verdad
te quería.
Estábamos como inalámbricos, nos respondíamos.
Ahora me mandás mensajitos de texto
con información que ya no tiene nada que ver conmigo.
Me gustaría contestarte, pero estoy
retrasado, echo
zapping psíquicos
a lo sumo intento hacerte señales
de humo ¿qué,
no te llegó mi idea
de que estoy sufriendo?
Pero lo que se me ocurre, muñeca
¡cómo desprograma lo que se me ocurre!.
Estamos como roncos y líquidos.
Por favor no cuelgues, paquetito.
Me decís que voy a estar bien,
parece que fueras un aparato
inteligente adelantando futuro, mezclando clientes,
como cuando yo salteaba tu estado de ánimo
en el wok de mis idioteces. Muñequita
volvé a tu paquete.
Me decís que no sabés qué decirme.
Creo que usás dos programas distintos,
como una diseñadora gráfica que de acuerdo al tipo de imagen
la pusiera en el programa más adecuado.
Los malabaristas se arrojan
las tripas, los circuitos. Lloran
payasos.
Sé que no sabés lo que siento.
La conversación a esta altura ya es como la propaganda
de un stock que se me está
terminando.
La mejor manera de escribir esto
sin que doliera tanto
sería explicar los pasos que hubiera que seguir
como si este videojuego se pudiera apagar,
como si los seres humanos fuéramos tan mecánicos,
impersonales, maquinescos,
resetear programas, los tuyos,
los míos, empezar
de nuevo,
que cuando aparecieran en la pantalla los modelos para jugar
nos eligiéramos, arriesgados, otra vez, seguros,
no sin dejar de calcular lo que quisiéramos repetir
con lo que supiéramos que fuera a ocurrirnos.
Me explicás que tenés la certeza de que yo sí te quiero. ¿Y por qué
tuvimos que despedirnos
por teléfono
como si lo nuestro fuera algo que también se pudiera solucionar
de paso, colgar
señales, game over, mensajitos,
como en una página de internet que nos permitiera no vernos
intercambiar sólo códigos
cibernéticos?
Perdón pero una cosa era jugar a que fueras como una muñeca maquinizada
otra es esto de que realmente seas un ridículo nickname
apoyado encima de la hoja virtual en que se unen nuestros teclados.
Se me encienden uno por uno
los circuitos del sufrimiento, clic “zoom”
y me pongo triste, se aumentan los ideales
escotes a cuerda,
maquinitas
románticas.
Sondeo las miniaturas
de mi cerebro.
Mis sentimientos son como personajes adentro
de un ciberespacio: no reconozco la diferencia
entre nosotros y nuestros seres virtuales
como si este jueguito
no estuviera sólo adentro de mi computadora.
...